CONTACTA DEPORTES EXTREMOS

YOSEMITE, MONTAÑAS ROCOSAS

YOSEMITE, MONTAÑAS ROCOSAS, CALIFORNIA

“Yosemite, meca de la escalada, tierra de indios, exploradores, cazadores y buscadores de fortuna. Jorge Díaz y David Castán nos relatan su particular aventura en las Montañas Rocosas al final del invierno”

Habíamos salido de San Francisco el día anterior.

Por el camino dormimos en un hotel de carretera en la ciudad de Stockton, donde muy amablemente la recepcionista del hotel nos invitó a no salir de la habitación por la noche. Un guarda armado vigiló nuestro sueño.

Por la mañana, café, donuts y carretera hacia el este en nuestro Ford Mustang descapotable.

Atravesamos amplias llanuras cultivadas con extensos cultivos arbóreos. Los árboles eran todos híbridos.

Paramos a hablar con un granjero local, que nos confirmó el común uso de híbridos en todos los cultivos arbóreos, generalmente con el pie de albaricoque y variando el tronco, mayormente de nogal.

Unas horas de viaje para dejar atrás las llanuras cultivadas y empezar a atravesar pequeñas colinas con praderas semiadehesadas destinadas al ganado.

Al fondo, con todas las cumbres nevadas, ya podíamos ver las Rocosas.

Un par de horas de viaje y empezamos a subir un pequeño puerto de montaña; multitud de pinos y sequoias rodean la carretera.

Paramos a fijarnos en la vegetación; encontramos plantas similares a nuestras jaras y retamas, pero aún siendo de las mismas familias el aspecto es muy diferente.

Con el horizonte tapado por altos árboles llegamos a la entrada del ansiado Yosemite, una caseta donde pagamos los 20$ de tasas semanales y nos dieron un folleto informativo.

Como era normal en todo nuestro viaje, no teníamos nada reservado, ni teníamos ninguna información sobre el parque, excepto el nuevo folleto.

Seguimos la carretera, con los laterales llenos de nieve, atravesando un tupido bosque de pinos y sequoias.

Circulamos entre 20 y 25 millas por hora (no dejan correr más, 30 osos al año son atropellados en estas carreteras) avanzamos sin perder detalle del desconocido entorno. En un momento dado una curva con pocos árboles nos dejó ver al fondo el famoso valle de Yosemite. Impresionantes cortados de roca granítica modelados por extintos glaciares, con las cumbres llenas de nieve nos indican nuestro destino.

Altas montañas rodean el amplio valle del río Merced, conocido como Valle del Yosemite:

Cascadas impresionantes y altísismas paredes aumentan mi nervio y ansia por recorrer todo lo que abarca la vista. Imposible, claro:  tenemos sólo un par de días para estar aquí.

Lo primero que hacemos es buscar algún sitio donde dormir. La alerta de osos no da ninguna confianza para dormir en el coche.

Damos unas cuantas vueltas por el valle viendo una gran cantidad de fauna por todos sitios. No se asustan del hombre y podemos fotografiar sin problemas.

Al final encontramos un lugar llamado Curry Village, donde alquilamos una cabaña de tela y nos dan instrucciones para estar en el parque: más de cien ataques anuales de oso a los coches en busca de comida condicionan casi todo lo que puedes hacer por aquí.

Dejamos todo lo que podemos dejar en la cabaña (parecida a las antiguas cabañas de los leñadores del oeste) y nos damos un pateo hasta la base del Glaciar Point. El bosque, el paisaje, la geomorfología glaciar.. Todo es impresionante.

Cenamos pizza en la única pizzería de la zona y nos compramos una caja de cervezas que nos bebimos por la noche fuera de la cabaña (los osos pueden venir al olor de comida, bebida, pasta de dientes.. Lo que sea).

Dormimos como niños y a primera hora de la mañana nos levantamos para hacer alguna ruta. Consultamos a uno de los guardas de Curry Village y nos recomienda hacer una ruta por la cara sur del valle.

No tenemos equipo de hielo, imprescindible para hacer la ruta que sube al Glaciar Point, que es la que nos gustaba.

Queremos una ruta dura y nos mandan hacia Yosemite Falls (Las Cascadas del Yosemite). En un plano-esquema de la zona, nos marcan el camino. Es el destrepe del Capitán.

Cuando nos ponemos a andar, nos damos cuenta de que esto es enorme, descansamos viendo a una familia de Bambis y empezamos a preguntar por el camino a Yosemite Falls:

- "Es una ruta muy dura, no vayais", nos dicen unos.

- "Es muy tarde, la ruta tiene muchísima pendiente, no os da tiempo", nos dicen otros

- "¿Yosemite Falls??...jajaja. durísimo"...

Y así unos cuantos comentarios similares; ¿duro?, ¿pendiente?, ¿poco tiempo?...¡¡¡¡ perfecto¡¡¡¡

Es lo que estábamos buscando y tras patear duramente los Alpes no creemos que éstas pendientes nos sorprendan.

Por fin encontramos el camino, perfectamente cuidado, liso, con drenajes en cada curva para evitar la erosión de las lluvias.

Cualquier persona puede progresar por este camino, a su ritmo, pero se puede.

Comparado con los caminos de la Pedriza o cualquier GR de España, que parecen una carrera de obstáculos, esto es una autopista.

Y como un bólido nos pusimos a ascender la fuerte pendiente adelantando a todos los que nos encontrábamos; muchos, ya agotados.

El camino serpentea el primer tramo entre los árboles, (numerosos Quercus) superando la ladera de los “Three Brothers”:  Eagle Peak con 2.371 metros, Middle Bro y Lower Bro.

Tras ascender unos cientos de metros el camino desciende buscando una falla que permite pasar estos impresionantes paredones hasta la cima.

A la derecha de la falla dos cascadas consecutivas nos marcan nuestra meta: arriba del todo de la primera cascada.

Son muy curiosas. La primera cascada se difumina en un enorme manto de nieve-hielo y desaparece por unos metros, hasta que se forma la segunda cascada.

Un bello espectáculo de la naturaleza.

Nunca había visto algo así. Un enorme caudal que forma la primera cascada parece cristalizarse al caer debido al frío y la altura.

La nieve acumulada se derrite lentamente dando origen a la segunda cascada.

Vamos conociendo gente que sigue esta misma ruta. Algunos es la tercera vez que lo intentan, otros la segunda, otros se retiran...

Cuando el camino vuelve a ascender deja de estar tan liso como antes y muchos tramos están cubiertos por la nieve.

En un momento dado el camino se acerca al pie de una impresionante pared vertical; cada pocos minutos caen desprendimientos de hielo y piedras. Observamos por un rato y cuando lo estimamos oportuno pasamos ese tramo a toda velocidad.

Jorge lleva un rato bastante cansado. El ritmo es muy fuerte y su cuerpo se resiente.

Hacemos una parada para reponer fuerzas y continuamos la marcha.

El paisaje es impresionante: tenemos el valle a nuestros pies, la montaña de enfrente a la altura de nuestras cabezas y al fondo una sucesión de picos nevados se pierde en el horizonte.

Ya nos falta poco, unos cien metros de desnivel, pero Jorge ya no puede más:  “hasta aquí he llegado” – me dice.

“Nos vemos en el coche” – respondo.

Aprieto el ritmo en éstos últimos metros y por fin llego a un altiplano, totalmente cubierto de nieve y poblado por enormes pinos.

Desde este punto parten numerosos caminos por todo el parque: al Capitán, al Eagle Peak, Tioga Road, Ten Lakes... espero poder volver a patear estas rutas.

La nieve cubre por las rodillas, sigo unas huellas y encuentro algunos grupillos de personas dispersas por las rocas. Tienen aspecto de agotados.

Encuentro el río que origina la cascada: una fuerte corriente entre las rocas y el manto de nieve. La sigo aguas abajo, con ánimo de encontrar el borde mismo que da al valle. Según avanzo apenas encuentro huellas, llego a unas rocas que descienden y progreso con sumo cuidado hasta el borde del precipicio: el comienzo de la cascada, donde una barandilla permite asomarte con seguridad.

Como no, un japonés también ha llegado hasta aquí. Nos hacemos unas fotos mútuamente y nos despedimos con una sonrisa.

Me acerco a un borde sin barandilla y mientras repongo fuerzas comiendo unas nueces compradas en el barrio chino de San Francisco se acercan unos enormes cuervos. Comparto unas nueces con ellos.

Disfruto de las vistas, la naturaleza, la soledad, el abismo... ¡¡¡ esto es vida !!!.

Comienzo el descenso. Afortunadamente hay muchos tramos con nieve en los que bajo casi esquiando. Las piernas acusan el esfuerzo, pero no paro el ritmo más que para hacer alguna foto.

Cuando llego de nuevo al valle la vuelta al coche se me hace eterna.

Cuando llego, habían pasado tres horas y media desde que comenzamos la ascensión.

Jorge me está esperando, agotado, pero contento.

Mientras volvemos a Curry Village el premio no podía ser mejor: un enorme lobo pasa por delante nuestro y por primera vez veo en plena libertad al animal que, desde pequeño, más me ha gustado.

Aquí hay que volver, sin duda: no hemos visto ningún oso..

TEXTO Y FOTOS: DAVID CASTÁN MONTES. Copyright © 2009 Asociación Española de Deportes Extremos. Todos los derechos reservados.